La primera gira internacional del segundo mandato del presidente estadounidense tuvo un marcado enfoque económico y empresarial, dejando de lado la diplomacia tradicional basada en derechos humanos y promoción de la democracia.
En su recorrido por el Golfo, aseguró inversiones y contratos de cifras extraordinarias. Arabia Saudita comprometió 600.000 millones de dólares, Catar firmó un acuerdo de 200.000 millones con Boeing, y Emiratos Árabes Unidos confirmó inversiones que sumarán 1,4 billones de dólares en los próximos diez años.
La Casa Blanca detalló que, además, se firmaron acuerdos adicionales por 200.000 millones de dólares, incluyendo un pedido de 14.500 millones de dólares para Boeing y GE Aerospace, junto con la participación del gigante de los hidrocarburos emiratí ADNOC en un proyecto de 60.000 millones de dólares dentro de Estados Unidos.
Más allá de la economía, el viaje del presidente incluyó gestos y declaraciones sobre los conflictos abiertos en la región. En Siria, anunció el levantamiento de sanciones y una reunión con Ahmed al Sharaa. Respecto a Irán, advirtió sobre consecuencias si Teherán no acepta la propuesta estadounidense sobre su programa nuclear. En cuanto a Gaza, reiteró su intención de tomar control del territorio devastado por la guerra y convertirlo en una zona de libertad.
Los países del Golfo, principales exportadores de petróleo, buscan una alianza estratégica con Estados Unidos en el sector de la inteligencia artificial y las tecnologías avanzadas. Con esta visita, el presidente confirma una ruptura radical con la política de su antecesor y redefine las relaciones internacionales sobre la base de acuerdos transaccionales y estrategias económicas de alto impacto.
La viabilidad de estas cifras multimillonarias y el cumplimiento de los compromisos a largo plazo siguen siendo inciertos, mientras la región se enfrenta a profundas transformaciones políticas y económicas.
cortesía de EFE