La promesa de la Secretaría de Salud de comenzar a entregar medicamentos a domicilio a partir del 1 de julio ha sido recibida con escepticismo por parte de expertos y figuras del ámbito sanitario, quienes advierten que la iniciativa podría quedarse solo en anuncios si no se atienden primero las carencias estructurales del sistema.
El diputado y exministro de Salud, José Manuel Matheu, cuestionó con ironía la viabilidad del plan: “Como idea es buena, pero por la época que estamos viviendo será una campaña publicitaria. Si no hay medicinas en los hospitales, ¿qué van a mandar?”, declaró.
Uno de los principales puntos críticos es la falta de claridad sobre el mecanismo de entrega. Hasta el momento, la Secretaría de Salud no ha detallado cómo garantizará el transporte seguro de medicamentos, especialmente aquellos que requieren condiciones específicas como refrigeración, por ejemplo la insulina.
Matheu también alertó sobre la falta de infraestructura en zonas rurales, donde viven muchos pacientes crónicos. “En esas áreas ni siquiera hay una dirección clara ni transporte seguro para entregar los medicamentos”, señaló. La posibilidad de enviar fármacos controlados mediante servicios de mensajería o taxis genera además preocupaciones por el posible desvío o mal uso de sustancias con potencial adictivo.
La ministra de Salud, Carla Paredes, ha dicho que no habrá mora quirúrgica a fin de año y que este plan representa un avance en la eficiencia del sistema. Sin embargo, para Matheu y otros observadores, el anuncio parece más un acto de propaganda que una política sanitaria estructurada.
A menos de un mes del inicio prometido, persisten más incógnitas que respuestas sobre una medida que, en teoría, podría beneficiar a miles, pero que hoy parece no tener los insumos ni la logística para concretarse.