La expectativa generada por el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Honduras y la República Popular China comienza a desvanecerse entre críticas, incertidumbre y resultados aún poco visibles para la economía nacional. A más de un año del establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países y de las promesas de un acuerdo comercial que impulsaría el desarrollo, diversos sectores empiezan a cuestionar la efectividad de este proceso.
Desde su anuncio, el gobierno hondureño destacó el TLC con China como una puerta abierta a nuevas oportunidades comerciales, exportaciones millonarias y atracción de inversión extranjera directa. Sin embargo, las proyecciones no se han materializado como se esperaba. Las exportaciones de Honduras hacia el gigante asiático siguen siendo modestas en comparación con las importaciones, que han crecido notablemente, generando preocupación por un posible desequilibrio comercial que perjudique la producción nacional.
Pequeños y medianos empresarios, así como sectores agrícolas, temen que el acceso preferencial a productos chinos genere una competencia desleal, afectando la industria local. Además, los procesos técnicos y sanitarios requeridos para exportar a China han demostrado ser complejos, representando un obstáculo para muchos productores hondureños que no cuentan con la infraestructura ni los recursos para cumplir con los estándares exigidos.
Expertos señalan que la firma de tratados como este no garantiza por sí sola el desarrollo económico si no viene acompañada de políticas públicas que fortalezcan la capacidad productiva del país, mejoren la competitividad y brinden apoyo efectivo a los sectores más vulnerables.
Mientras tanto, la percepción pública empieza a cambiar: lo que antes se consideró una apuesta estratégica y visionaria, ahora muchos lo ven como un acuerdo con beneficios limitados, que aún no logra despegar del todo.