El gobierno estadounidense anunció este 7 de julio el cierre definitivo del caso Jeffrey Epstein. En un memorando oficial, el Departamento de Justicia (DOJ) aseguró que no existe una lista secreta de clientes, ni evidencia que vincule a figuras prominentes con el esquema de tráfico sexual que el financiero operó durante años.
El documento contradice declaraciones anteriores de la fiscal Pam Bondi, quien en febrero sostuvo tener una lista de nombres relevantes «en su escritorio». El DOJ desmintió esta afirmación, asegurando que los únicos registros existentes son vuelos previamente conocidos y una libreta de contactos censurada, sin hallazgos adicionales.
Las autoridades afirman haber realizado una “revisión exhaustiva” de los archivos. La conclusión: no hay elementos para continuar con investigaciones ni señalar a más responsables. Se reafirma además que la muerte de Epstein, hallado muerto en 2019 en su celda, fue un suicidio sin indicios de encubrimiento o conspiración.
Privacidad, víctimas y reacción pública
Según el DOJ, liberar más información pondría en riesgo la integridad de más de mil víctimas o violaría acuerdos judiciales. La decisión ha desatado críticas, particularmente tras la insinuación de Elon Musk de que el nombre de Donald Trump aparece en los documentos clasificados. La Casa Blanca respondió citando motivos de seguridad nacional, sin confirmar ni negar.
En medio del cierre oficial, crece la indignación: figuras como Joe Rogan o Glenn Beck hablan de encubrimiento; organizaciones de derechos civiles cuestionan que la justicia quede incompleta. Ghislaine Maxwell, condenada a 20 años de prisión, continúa siendo la única figura procesada penalmente.
Aunque legalmente el caso ha sido cerrado, la presión pública no parece dispuesta a dejarlo morir. Para muchos, el caso Epstein sigue siendo una historia de poder, impunidad y puertas selladas.
Cortesia de El Imparcial
